🔸¿Cómo pensar la evaluación cuando la inteligencia artificial parece tener todas las respuestas?
🔸¿Qué lugar ocupa el error, el proceso y la creatividad cuando una herramienta tecnológica puede producir una redacción impecable en segundos?
Estas preguntas, lejos de ser pasajeras, nos invitan a revisar el corazón mismo de nuestras prácticas pedagógicas.
En textos anteriores de este blog planteamos la necesidad de superar dicotomías en educación —presencial o virtual, local o global, control o confianza— para pensar escenarios sinérgicos que aprovechen lo mejor de cada dimensión.
La irrupción de la inteligencia artificial en nuestras aulas nos enfrenta a un nuevo desafío de esta misma naturaleza: no se trata de elegir entre confiar o prohibir la IA, sino de explorar integraciones que fortalezcan la experiencia educativa.
El especialista en educación y tecnologías Fabio Tarasow señala que la irrupción de la inteligencia artificial en el ámbito educativo no debería entenderse únicamente como un problema técnico a resolver mediante controles o restricciones. Por el contrario, sugiere abordarla como una oportunidad pedagógica: un punto de partida para volver a preguntarnos qué aprendizajes queremos promover en nuestros estudiantes, con qué propósito, cómo reconoceremos que esos aprendizajes se producen y de qué manera la IA puede contribuir a enriquecer —y no a obstaculizar— estos procesos.
Un concepto clave son las evaluaciones antifrágiles, inspiradas en Nassim Taleb. Se trata de prácticas que no solo soportan el cambio, el error o la incertidumbre, sino que se fortalecen frente a esas situaciones.
El reto no es excluir la inteligencia artificial, sino diseñar evaluaciones que tengan sentido en su presencia y la utilicen como aliada para lograr aprendizajes más profundos.
Llevado al aula, esto significa proponer actividades que no puedan resolverse únicamente copiando una respuesta, sino que requieran interpretación, pensamiento crítico, experiencias personales, análisis, debate y creatividad.
En otras palabras, evaluaciones que no se limiten a comprobar conocimientos, sino que inviten a construirlos —incluso con la ayuda de la IA—, generando aprendizajes híbridos que combinan lo humano y lo tecnológico en una relación sinérgica.
En este camino, la evaluación deja de ser un simple punto de llegada para convertirse en un espacio de exploración y crecimiento.
Un terreno donde lo presencial y lo virtual, lo humano y lo artificial, no compiten, sino que se integran.
Allí, el error no se oculta, se aprovecha. Y la inteligencia artificial deja de ser un atajo para convertirse en una herramienta al servicio de una educación más crítica, creativa y significativa.
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El equipo de PlataformaGuacurarí+
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